sábado, 11 de octubre de 2008

Y tu bebé debe ser un hombre o una mujer

A 32 años del golpe de Estado que destituyó a Isabel Martínez de Perón e implementó uno de los más terribles sistemas de aniquilamiento en el país, Manuel Goncálves puede contar su verdadera historia.

Es uno de los 87 nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo, creció con una identidad arrebatada y junto a su familia adoptiva pensando que sus padres lo habían abandonado. Sin embargo, desde 1995 sabe que su verdadero nombre es Manuel Gonçalves y que su historia es muy diferente a la que él suponía: su abuela lo buscaba desde el primer día y su hermano, Gastón, es el bajista de una de sus bandas preferidas, Los Pericos.

Su padre, Gastón Gonçalves, era militante de Montoneros y, según lo certificó la CONADEP, desapareció el primer día del golpe militar. Tras el secuestro Ana Granada, su compañera y madre de Manuel, pasó junto a su hijo a la clandestinidad y se refugió en la casa de un matrimonio en San Nicolás. Se escondieron hasta noviembre de 1976, cuando un operativo militar irrumpió en la casa y terminó con la vida de Ana y del matrimonio junto con sus dos hijos. Sin embargo, gracias al amor de su madre, Manuel sobrevivió en el fondo de un placard cubierto por mantas para que no se asfixiara con los gases del operativo. Diecinueve años después, la búsqueda de su abuela paterna, Matilde, y el apoyo de Organismos de Derechos Humanos hizo que Manuel haya podido salir de ese placard y volver a vivir.

Al no haber iniciado vos la búsqueda de la verdad, ¿cómo fue el proceso mediante el cual te encontraron?

El equipo de Antropología se armó en el año 1984 y empezó a armar una base de datos. Muchos años después, se dieron cuenta de que una de las noticias que habían salido en un diario de San Nicolás, en 1976, hablaba de que un grupo comando había matado en una casa a todos menos a un bebé. Las edades coincidían con la de mi mamá y con la mía, y haciendo averiguaciones se fueron hasta San Nicolás y ahí hablaron con los vecinos, entraron al juzgado y después fueron al diario buscando recortes de la época.

El equipo encontró un expediente que habían armado los mismos militares con la policía donde contaban lo que pasó, obviamente con su versión. El documento sirvió porque se habían hecho autopsias de los cuerpos, en realidad ellos hicieron eso para fraguar que había sido un enfrentamiento, les tomaron las huellas dactilares que fueron mandadas a cotejar a Mar del Plata y daban negativas, pero era muy probable que una de las mujeres asesinadas fuera mi mamá. En principio tenían que encontrar a mi mamá, después ahí ver qué había pasado conmigo.

Si las huellas daban negativas, ¿cómo supieron que pertenecían a tu mamá?

Los antropólogos le llevaron a mi abuela la fotocopia del documento que tenía mi mamá y mi abuela dijo que era Ana, pero las huellas dactilares decían que no. Como mi abuela insistía, el equipo cambió las huellas de lugar, porque el papel que se usa para tomar las huellas de la mano derecha no es el mismo del que se usa para tomar las de la izquierda; y ahí dio positivo. No casualmente estaban tomadas al revés, lo hicieron para que no se pudiera identificar el cuerpo. A partir de haber encontrado el cuerpo de mi mamá, el equipo supo que yo había sobrevivido.

¿Cómo llegaron a vos?

El equipo fue al hospital de San Nicolás y ahí les dijeron que a mí me habían adoptado. En el juzgado encontraron una parte del expediente de mí adopción y finalmente, ahí supieron cómo me llamaba en el 95, que era Claudio, y sabían dónde vivía. Cuando llegaron a esa dirección mi familia y yo nos habíamos mudado, así que esperaron a que salieran los padrones electorales, porque yo por primera vez iba a votar. Finalmente, consiguieron la dirección de mi casa en ese momento y, así, llegaron a mi puerta.

¿Y cómo fue ese momento?

Y fue muy raro, un día tocó la puerta un antropólogo y en poco tiempo había un hombre extraño en mi casa contándome cosas increíbles que tenían que ver con mi pasado. Lo raro fue que ese hombre supiera más que yo.

¿Tus papás adoptivos nunca sospecharon que vos podías ser hijo de desaparecidos?

No, por lo menos nunca me dijeron que ellos habían sospechado. Cuando ellos me fueron a buscar les dijeron que mis padres habían muerto, y nada más. Así que se quedaron con eso. Lo que fue muy importante es que me hayan dicho, desde siempre, que yo era un hijo adoptivo; porque si ese día me hubiesen dicho que mis padres eran otros hubiese sido tremendo. Ahora, sabiendo que yo era hijo adoptivo, yo era consciente de que tenía otros padres y otro pasado.

¿Cómo tomó tu familia adoptiva este tema?

Bien, muy bien. Porque además, yo soy de hacerme cargo de la situación, y no exteriorizo tanto lo que para mí significó ésto. No modifiqué la relación, sumé todo lo que vino y no afectó nada lo que yo tenía con ellos. Sigo teniendo mis primos, mis tíos y los sigo considerando como mis primos y mis tíos.

Tenés una hija de siete años, ¿cómo decidiste contarle tu historia?

Sabe lo que puede saber una nena de seis años. A mí me parece muy importante que ella lo sepa, pero también me parece muy importante no cargarla, es una historia muy intensa. Ella es consciente de que tiene otros abuelos, que no están; sabe lo que hacían y le parece muy bien. Además, ella creció como Martina Novoa y ahora hace poco tiempo pasó a ser Martina Gonçalves y tuvo que aprenderse el otro apellido. Yo sé que en algún momento lo va a terminar de entender pero lo procesa bien; ella se toma sus tiempos, si yo le cuento algo, por ahí dos semanas después me pregunta.

¿Cómo es la relación con tu hermano?

Es muy linda, nos entendimos desde el primer día. La primera vez que nos vimos estuvimos hablando ocho horas. Además de hermanos somos amigos y ya tenemos amistades en común. Compartimos muchas cosas, somos los dos de boca y ya fuimos a la cancha. De hecho hoy me llegó un mensaje de él para ver si íbamos a ir a ver el próximo partido juntos.

Tu historia fue muy mediática porque tu hermano es el bajista de Los Pericos. Vos eras un admirador de la banda y estuviste en el camarín con tu hermano ¿Qué sensación te genera haber estado en los mismos lugares y no saber quién era realmente?

Es muy rara la sensación. Por eso me desespero cuando voy a bailar o a un bar, es inevitable pensar que ahí puede estar alguno de los nietos que todavía no recuperaron su identidad. En la calle misma, yo quizás con mi abuela me crucé un montón de veces, quizás más que con mi hermano, pero eso no lo sé. Siempre pensamos, ¿cuántas veces nos cruzamos y ustedes me estaban buscando? En Abuelas pasa lo mismo, porque son más de cuatrocientos y están por acá. La sociedad tiene que entender que esos chicos están entre todos nosotros.

¿Cuál era tu opinión sobre los “desaparecidos” antes de saber que eras un nieto recuperado?

Y... (piensa) a mí me agarró el hecho de saber quién era, de dónde venía y de saber quiénes habían sido mis padres saliendo de la adolescencia. Tenía 19 años, así que hasta ahí yo sabía qué había pasado pero no tenía mucha idea; si pudiéramos hablar de porcentajes te diría que sabía sólo un diez por ciento de lo que realmente pasó.

Eso tiene que ver con lo que la sociedad en general sabe, salvo que estés directamente involucrado, aunque creo que involucrados estamos todos, o que bueno, para algunos el tema les llegue de una manera más amplia. Es por eso que vivo diciéndole a chicos que dudan sobre su identidad que tienen que poner como una posibilidad ser hijo de desaparecidos. Quedan más de cuatrocientos, así que hay muchas posibilidades de que seas uno de ellos.

¿Qué cosas te acercó Abuelas con respecto a tu identidad?

Existe un equipo que investiga la historia de los desaparecidos que comenzó a funcionar después de que me encontraron. Lo que buscan es facilitarle al chico que acaba de recuperar su identidad un material que le cuenta cómo fueron sus padres, más allá de que él después pueda seguir buscando. Ellos te cuentan cómo eran, te contactan con amigos, compañeros de colegios... porque en realidad nosotros conocemos a nuestros padres a través de relatos de terceros.

Es un relato ordenado de entrevistas que lo que buscan es darle todo los elementos posibles para ese chico y preservar datos que de acá a diez años no van a estar, testimonios de personas que inevitablemente se van. Así que, la caja me la dieron después, y fue buenísimo.

¿Cuál es tu opinión acerca de la militancia de tus padres?

A mí me parece maravillosa, no sé si encuentro otra palabra. Tuvo que ver con un contexto histórico que hizo que ciertas cosas funcionen como ellos las llevaron adelante, incluso los errores. Ellos tuvieron la posibilidad de ser una generación que pudo creer en algo, cosa que no existe hoy.

Pienso que la generación de mis padres fue la última generación con fe en que se pueden hacer cosas; a mí me resulta muy lindo imaginarlos aunque eso haya costado lo que costó. Me siento orgulloso de que mis papás hayan hecho lo que hicieron, por más que hayan puesto en peligro su vida, y que hayamos estado todos en peligro en algún momento. Está bien, hay momentos en los que uno puede elegir incluso puede elegir lo que hacer con su vida; ellos eligieron jugarse por algo que era absolutamente noble y que el tiempo les dio la razón. Treinta años después, la desigualdad social por la que ellos lucharon en su momento está, lamentablemente, establecida.

¿Cuál es tu relación con los otros nietos?

Tengo muchos amigos; la verdad es que cada vez que nos encontramos la pasamos muy bien. Hay una conexión inmediata, hay un nieto llamado Marcos que yo lo vi dos veces, es el anteúltimo nieto recuperado. El primer día que lo vi, nos saludamos y fue una alegría; y ahora lo vi hace diez días en la CONADI y yo siento que lo quiero, aunque a penas lo conozca. Hay algo en común que es muy fuerte que te hace sentir muy cercano aunque hayas visto muy poco a la persona.

Cada vez que aparece un nuevo nieto, con los que ya estamos, organizamos un asado porque es un momento diferente. Los encuentros en abuelas son muy emotivos y siempre intentamos que haya algún nieto cuando viene el chico recuperado. Sin embargo, el asado es algo más relajado, somos jóvenes; ponemos música, hay vino, entonces se dan otras circunstancias, es un agasajo para ellos que genera una conexión distinta.

Por Marcela Troncatti Castillo y Manuela Fernández Mendy

2 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente entrevista chicas, muy completa y con una optica diferente

Anónimo dijo...

es super importante que estas cosas se difundan, en especial para gente de nuestra generacion.