domingo, 26 de octubre de 2008

Revistas del palo

El rock como leit motiv

Pensar hoy, cuando las revistas de música abundan en cualquier kiosco de diarios (como ser Rolling Stone, Inrockuptibles, La Mano, Soy rock -ex La García-), que las publicaciones de cultura rock en el país hace 40 años no existían, resulta casi imposible de imaginar. Es que su historia es reciente y prácticamente coincide con la del rock en el país.

En abril de 1968, tres años después de que los Gatos Salvajes arribaran al circuito porteño, nace la primera revista en su género: Pinap, dirigida por Norma Bigongiari y Daniel Ripoll como secretario de redacción. A pesar que se le daba mayor espacio a la música comercial del momento y a las novedades británicas, cabe destacar que es aquí donde los nombres de Los Abuelos de la nada, Moris, Manal y Almendra comienzan a asomar tímidamente. Además, el festival Pinap de la música Beat (como se llamaba al incipiente movimiento de rock argentino) y Pop ´69, fue considerado el primer concierto masivo.


Pinap –dijo alguna vez el periodista Miguel Grinberg- estaba "centrada en el fenómeno musical de los jóvenes, pero más apuntada a lo superficial (la ropa, los boliches de baile, la evasión) que a una filosofía no conformista".

Con Pinap fuera del mercado, Ripoll asume el rol de editor y saca a la calle -en febrero del 70- la primer publicación destinada a apoyar a los músicos progresivos y al fenómeno hippie: Pelo. "Somos una revista extraclases, como todas las del género, pero nos leen sobre todo estudiantes secundarios y universitarios", explicaba por entonces el director, que continuaba organizando festivales: ahora, los B.A.Rock.

Otra revista emblemática fue El Expreso Imaginario, que convivió con la más sangrienta de las dictaduras argentinas (76-82) y sobrevivió. En el mes de agosto, Jorge Pistocci puso en marcha el tren -junto a Pipo Lernoud, Horacio Fontova, Alfredo Rosso, Roberto Pettinato y muchos más- que llevaría como marca personal una mirada alternativa del mundo en que se vivía con poesías, secciones de teatro, ecología, cine y el correo de lectores, a modo de resistencia a la realidad cotidiana.

Ya en democracia, y de las ganas de decir todo lo que se había callado antes, surge en 1984 la revista Cerdos & Peces, “porque son los animales menos espirituales y por lo tanto, más difíciles de ser influidos”, explicaba su director Enrique Symns. Con la ficción y la transgresión como bandera, y las colaboraciones de Alfredo Rosso, Claudio Kleiman, el Indio Solari (en Delito Americano), Rocambole y Raúl Perrone, fue un espacio para que las minorías salieran a la luz: tanto del rock under como las tribus urbanas.


Para que luego surgieran las revistas que estamos acostumbrados a leer, era necesario que generaciones anteriores gastaran pluma para relatar lo que sucedía, con las dificultades que seguro padecieron. De este modo, las revistas -que supieron ser el soporte donde el rock se inscribía-, también hicieron historia.

Por Gabriela Sánchez

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