sábado, 25 de octubre de 2008

Alfonsina y el mar, a 70 años de su muerte




Un 25 de octubre de 1938 se suicidó en Mar del Plata la escritora y poeta Alfonsina Storni. El día anterior escribió un poema que se tituló Dientes de flores, cofia de rocío en donde reflejaba su agonía de vivir con cáncer.

Vanguardista y con principios de izquierda, la poetisa suizo-argentina transitó por temas como el dolor, el amor y la lucha de la mujer. Se convirtió en una exponente en su género de la literatura latinoamericana del siglo XX junto a Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou.

En 1916, apareció La inquietud del rosal, su primer libro de poemas. Luego le siguieron El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920), Ocre (1925) y Poemas de amor (1926), entre otros.

Además de escritora fue también periodista, actriz, maestra rural, profesora de teatro, gremialista y cantante.


Así escribía

Un sol

Mi corazón es como un dios sin lengua,
Mudo se está a la espera del milagro,
He amado mucho, todo amor fue magro,
Que todo amor lo conocí con mengua.


He amado hasta llorar, hasta morirme.
Amé hasta odiar, amé hasta la locura,
Pero yo espero algún amor natura
Capaz de renovarme y redimirme.

Amor que fructifique mi desierto
Y me haga brotar ramas sensitivas,
Soy una selva de raíces vivas,
Sólo el follaje suele estarse muerto.

¿En dónde está quien mi deseo alienta?
¿Me empobreció a sus ojos el ramaje?
Vulgar estorbo, pálido follaje
Distinto al tronco fiel que lo alimenta.

¿En dónde está el espíritu sombrío
De cuya opacidad brote la llama?
Ah, si mis mundos con su amor inflama
Yo seré incontenible como un río.

¿En dónde está el que con su amor me envuelva?
Ha de traer su gran verdad sabida...
Hielo y más hielo recogí en la vida:
Yo necesito un sol que me disuelva.

*
Una vez más

Es una boca más la que he besado.
¿Qué hallé en el fondo de tan dulce boca?
¿Que nada hay nuevo bajo el sol y es poca
la miel de un beso para haberlo dado?

Heme otra vez aquí, pomo vaciado.
Bajo este sol que mis espaldas toca
a la cordura vanamente, invoca
mi triste corazón desorbitado.

¿Una vez más?...
Mi carne se estremece
y un gran terror entre mis manos crece,
pues alguien da mi nombre a los caminos.

Y es su voz de hombre, cálida y temida.
Ay, quiero estarme quieta y soy movida
hacia la sombra verde de los pinos.

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