domingo, 23 de noviembre de 2008

Informe especial

SER MÚSICO, HOY

Desde la polémica Ley de Músico hasta el proyecto de Ley Nacional de la Música. ASÍ NO te propone un recorrido para comprender cómo es la realidad de los músicos argentinos hoy. Además, enterate ¿Qué beneficios traerá la nueva ley?



La música es -para muchos- además de una actividad artística una fuente de ingresos. Por lo tanto, toda aquella persona que la ejerza y la tome como forma de vida y sustento debería contar con derechos, como cualquier otro trabajador convencional. Por esta razón, durante el gobierno de Arturo Frondizi en 1958, más precisamente el 20 de septiembre, la Cámara de Diputados aprobó la ley 14.597. El proyecto fue presentado por la Diputada oficialista María Teresa Muñoz de Liceaga, del Bloque de la UCRI. Éste fue apoyado por los diputados Ricardo Panelo, Rosario Domingo Díaz, Ubaldo H. Jara Melagrani, Domingo Condoluci y Zenón Goldstraj.“El Estatuto profesional del Ejecutante Musical” –más conocido como La Ley del Músico- reconocía al artista como un trabajador profesional. De esta manera, se consideraba músico a toda persona que ejerciera el arte de la música, que interpretara y/o compusiera de manera instrumental y/o vocal cualquier obra musical. Además, la ley establecía una serie de condiciones para el desarrollo de la actividad.

Extrañamente, la ley aprobada en 1958 recién se reglamentó en 2005, a través de un decreto impulsado por el Sindicato Argentino de Músicos (SAdeM). El 19 de mayo de ese año, durante el gobierno del entonces presidente Néstor Kirchner el Poder Ejecutivo firmó el decreto 520/05 por el cual el músico alcanzaba status profesional dentro de un marco legal para el desarrollo laboral. Los pilares básicos en los cuales se asentaba esta ley fueron: la existencia de una matrícula para poder tocar –por la cual el artista debía pagar 96 pesos anuales- y acceder a una credencial a través de un “examen de idoneidad musical” obligatoria ante una mesa examinadora conformada por tres músicos y seis integrantes de la Secretaría de Cultura de la Nación. El examen presentaba una excepción para aquellos que tuvieran título oficial de conservatorio. Asimismo, establecía la obligación de suscribir Contratos de Trabajo, visado por el sindicato intentando de esta manera terminar con las condiciones laborales fraudulentas en las que se desarrolla la actividad como las “interminables jornadas de trabajo y las condiciones indignas”, incluso ante la realidad –detallaba el comunicado- de “pagar para tocar, tan de moda en algunos sectores de la actividad”.

“La especificidad que el Estado reconoce a través de este régimen, nos da la oportunidad de solicitar nuevos regímenes de Accidentes de Trabajo y de Protección para la Vejez, como así también de tratamiento impositivo y tributario, mejorando así nuestras condiciones para lograr trabajo seguro y para llegar a una vejez digna. La reglamentación de nuestro Régimen Legal nos dignifica como profesionales, genera condiciones de trabajo dignas, y constituye una herramienta fundamental para la eliminación del trabajo no registrado, permitiendo así el acceso de todos los profesionales de la música a una cobertura de salud para él y su familia”, expresaba el escrito del sindicato.




La ley de la polémica.El 14 de abril de 2006, ocurriría un hecho inédito en la historia de la música en nuestro país. Como nunca, los músicos de los más diversos géneros se unían para demostrar su descontento y repudiar un decreto que ponía en vigencia una ley que atentaba contra “su expresión de la libertad”. Más de 1.500 músicos autoconvocados se reunieron en el Hotel Bauen para reclamar por la derogación del Decreto 520/05 que reglamentaba la “Ley del Ejecutante Musical”. Una gran mayoría de músicos independientes –los más afectados por la ley, en principio- y artistas reconocidos se congregaron en busca de un consenso. Los argumentos de no haber sido consultados por el Sindicato previamente y que la ley fuera de 1958, donde las condiciones laborales eran totalmente diferentes a las actuales, no eran datos menores. “La ley –expresaba la carta abierta de la Unión de Músicos Independientes- resulta totalmente anacrónica. Una norma no puede, medio siglo después de ser redactada, ser puesta en vigencia sin ninguna modificación ni actualización, y particularmente cuando en los últimos 50 años el panorama de la música ha cambiado radicalmente”.



La Unión de Musicos independientes, es la organización alternativa que congrega a los músicos que se autogestionan. Esta conglomeración –de alrededor de 1.300 bandas-, liderada por Diego Boris, tuvo un rol protagónico dentro del marco en que se desarrollaron los debates a favor y en contra del Decreto. “Cuando se dice “mejorar las condiciones laborales” lo decimos entre comillas porque si prácticamente no hay actividad, es como que pongas en teoría una norma que dice `El astronauta en Argentina tiene que cobrar 5.000 pesos por mes y tener determinado traje´, pero si no hay astronautas, es declamativo”, dice Boris.


Entre las adhesiones figuraban las firmas de figuras reconocidas del ámbito musical. Andrés Calamaro, Luís Alberto Spinetta, Leon Gieco, Fito Páez, Mercedes Sosa, Liliana Herrero, La Renga, El Otro yo, Litto Nebia, eran algunos de los que decían presente en las grandes listas de los que se mostraban a favor de la derogación.


“Cuando me interioricé de que se trataba la ley, sentí que no era acorde a esta realidad que estamos viviendo hoy en día en la música. Porque era una ley del año 1958 que de alguna forma representaba otra época y no esta realidad. Una realidad donde hoy en día la mayoría de los músicos autogestionan sus discos y autogestionan sus shows. Seguramente en el 1958 había una menor cantidad de músicos y muchos lugares para tocar y se contrataba a la mayoría de los músicos. Entonces esa ley me parecía que encajaba en ese momento pero no encajaba para nada con esta realidad del 2000”, comenta Cristian Aldana, cantante de El Otro yo y Secretario de Unión de Músicos Independientes (UMI).



Por su parte, Diego Boris, señala: “La gente del SAdeM, lamentablemente, no logró comprender el tiempo que le tocó vivir, que es muy complejo. Que no es el mismo que hace 40 o 50 años atrás cuando se aprobó la ley con un estado fuerte. Cuando se hizo, no existía el rock y el disco apenas estaba empezando, o sea que las personas que tocaban en ese momento lo hacían en una orquesta en vivo. Es decir, para ese tiempo estaba bárbaro, normalizaba las relaciones laborales”. “Digo, somos músicos y si no tocamos… Cuando uno dice `cuando yo tocaba hace 20 años…´. Sí, 20 años atrás era otro país, ojalá existiría esa realidad, pero luego de Cromañon cambió todo”, apunta el Presidente de la UMI.




Ricardo Daniel Vernazza, Director adjunto y de organización del Sindicato Argentino de Musicos (SAdeM) explica que la ley 14. 597 -que aún sigue vigente ya que sólo se derogó la reglamentación de la misma- tiene muchos beneficios, entre ellos la que les permite a los músicos “ganar los juicios cuando los echan de los trabajos”. “La intención del sindicato era que la ley de 1958 se transforme en un verdadero régimen, que fue como nació, como un régimen legal de trabajo especial para que no sólo nos regulen sino que también nos incorpore cuestiones como la seguridad social que los músicos no tenemos como podernos jubilar. Nosotros tampoco cobramos asignaciones familiares por nuestros hijos. Hay un montón de beneficios que tienen el resto de los trabajadores, que los músicos no tenemos”, explica la voz del SAdeM.



“Se planteaban dos cuestiones: primero, el tema de la obligación de tener un contrato de trabajo. ¿Qué era esto? Este beneficio que tiene la ley que ganas los juicios cuando te echan, llevarlo al primer día de trabajo. Es decir, que te tengan que regularizar a partir del primer día. Y por otro lado, la creación del régimen especial, que para tal creación como la tienen los peluqueros, como la tienen los peones de campo, es necesario contar con un comprobante, que era la matrícula profesional”, expresa Vernazza.La ley –sancionada en septiembre de 1958 y reglamentada en mayo de 2005 a instancias del Poder Ejecutivo- intentaba transformar a los músicos “trabajadores de oficio” en trabajadores profesionales reconocidos dentro de un sistema legal. Sin embargo, pese a ser impulsado por el SAdeM, sindicato encargado de representar a todos los músicos, no fue bien recibida por un conjunto de artistas. De esta forma, quedaban expuestas además las diferencias entre los músicos y el ente defensor. “Es muy raro que pase eso, que los músicos repudien una entidad que teóricamente defiende los derechos de los músicos o los derechos laborales”, expone Boris y, acto seguido, explica a su entender los dos motivos que impulsaron el conflicto: “Una es la ansia de lucro por sobre el rol que tiene que cumplir esta institución y otro, el desconocimiento de cómo funciona la entidad”.



Para el Presidente de la UMI si los miembros del sindicato “hubiesen estado tocando”, la situación “habría sido otra”, porque “se hubiesen dado cuenta que era irreal lo que planteaban”. “Si hubiesen ido mas despacio, si hubiesen apuntado a los lugares para tocar, si hubiesen tratado de hacer una matrícula mucho más amplia sin el examen de idoneidad, tratando de regular la actividad hacia un lugar positivo, no hacia un lugar restrictivo. Pero como no tocaban creyeron que era un impuesto y como tenían la ley lo podían aplicar”, concluye su idea.




Matrícula, examen y contrato de trabajo. El rechazo de los damnificados se puntualizaba en al menos dos cuestiones: Por un lado, la obligación de la matrícula para desarrollar la actividad obtenida luego de un paso por un examen de “idoneidad musical” ante una mesa examinadora y por otro, la mediación del sindicato en el acuerdo económico entre los músicos y quienes los contraten, a través de una caja recaudadora de salarios y prestaciones que funcionaría en el mismo sindicato.“¿Un artista con matrícula? ¿Para qué? ¿Para tener una obra social? ¿Los van a contratar en relación de dependencia en un boliche? Me parece bien que un músico pueda estar afiliado a un ente, y que tenga una obra social, y que haga un aporte para su jubilación. De ahí a la matrícula, no. Eso nos emparenta con un gasista. ¿Y quien va a tomar examen a un músico, un gordo de un sindicato? Me parece una estupidez. Un músico debería pasar por esas instancias si quiere acceder a una orquesta o a algo estable. Pero ¿un rockero que tiene una bandita debería ser matriculado? Me huele a negocio de alguien”, sentencia el músico y periodista especializado en rock, Sergio Marchi.


“Instalaron la figura de la matrícula en su forma más perversa” expone Boris y continúa: “Porque una cuestión es que haya una especie de matrícula que tienda a ordenar un poco la actividad y otra cosa es lo que se quiso hacer. Una matrícula con examen de idoneidad paga de 96 pesos por año. Donde lo primero que tenía que hacer un músico en Argentina, un pibe que recién empezaba, era juntar si eran cuatro 400 pesos para dar el examen en el SAdeM, para después tocar en la esquina de su casa. Y cuando tocaba ni siquiera podía cobrar sino que tenía que pasar por el sindicato vaya a saber cuando”.



Desde UMI sostenían que el arte no puede ser evaluado con un examen de idoneidad. “¿A quién le vas a pedir examen, a Violeta Parra?”, pregunta Boris con ironía. “Si das mal el examen ¿qué pasa?, es ¿Ejercicio ilegal de la música? Es ridículo, como si podría existir el ejercicio ilegal de la música o del arte”, comenta indignado uno de los impulsores de Musicos Autoconvocados.




“Lo que hoy puede ser algo que va en contra de los cánones convencionales que dictamina el mercado mañana puede ser el origen de un nuevo movimiento musical. Y quién está capacitado para decir: Vos sos músico o no sos músico. El asunto es ese: Si das mal examen, porque si hay un examen alguien lo puede dar mal, ¿no? ¿Qué pasa? Esa persona, ¿tiene prohibido tocar? Y si son cuatro, y tres del grupo lo dan bien y uno lo da mal, ¿hay que buscar otro compañero? Digo, es ridículo lo que quisieron hacer. Privilegiaron la caja, una caja que era realmente increíble porque habían conseguido matricular 2.000 músicos a 96 pesos”, señala.


Por su parte, el SAdeM salió a desmentir que “se juzgara el arte” y explicó que el examen era simplemente parte de “un formalismo”. Luego de la declaración, se oyeron nuevamente voces en contra. “Pero si es un formalismo, para qué te cobraban 96 pesos por año y por qué existía el examen, si todos iban a darlo bien cuál era excusa para cobrarte ese dinero”, refuta el ex vocalista de Diego Boris y La Resistencia. “Acá el arte no se juzgaba nunca, no se juzgaba a nadie. Lo que pasa es que se trataba de que el que estuviera registrado probara la idoneidad. La mejor forma de probar la idoneidad es haber trabajado, estar trabajando. La ley decía que le entregaba la matrícula directamente a estas personas, el problema era para aquellos que iban a empezar a trabajar”, explica Ricardo Vernazza, Director adjunto del SAdeM.



Vernazza no se explica por qué hubo tanto revuelo en este punto ya que –según el Director- “el examen que se pedía en la mesa, es el examen que se puede tomar para cualquier organización y nunca nadie vino a discutir al sindicato que el examen que se les toma es irregular, nadie discutió que presentar obras a la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI) para cobrar el derecho es irregular y nadie discute que para la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música –SADAIC- uno tenga que hacer un examen para compositor”. Para él, el trasfondo del debate sobre el examen radicaba más que nada en que “la gente tenía miedo de quienes le tomaban el examen porque eran músicos de reconocida trayectoria y principalmente de la docencia”.


Sin embargo, el director del SAdeM entiende por que muchos artistas se vieron afectados por la ley que ellos defendían. “Las críticas vinieron del lado más amateur, no era el músico profesional que conoce esta realidad y está metido. Venía más que nada del músico que estaba trabajando en el local nocturno, que pagaba para tocar. Y esta norma terminó siendo algo que podía llegar a quitarle trabajo. Porque muchos empresarios le decían: “Si yo te tengo que pagar, voy a contratar a un músico de en serio. Hay muchos empresarios que presionan a los chicos, les cobran entre 400 a 1.200 pesos para tocar una noche. Entonces, es muy difícil que ese chico sienta que lo que está haciendo es una profesión, cuando en realidad está gastando plata para poder tocar”, dice Vernazza.




Borrón y cuenta nueva.Como reza el dicho “La unión hace la fuerza”, luego de las asambleas en el Hotel Bauen y las declaraciones en los diarios y en los foros de Internet, los músicos lograron su objetivo. Finalmente, el 22 de mayo del 2006, Néstor Kirchner anunció la derogación de la polémica Ley del músico. “Cuando vi por televisión a Calamaro, dije, me parece que algo hice mal", contó el Presidente a la comisión de músicos que fue a verlo, haciendo referencia a las declaraciones del cantante en la entrega de los Premios Gardel. “Perdón muchachos, me equivoqué”, expresó mientras firmaba la anulación. Durante la reunión en la que participaron una veintena de músicos, el presidente no sólo prometió derogar la ley sino que además acordó la redacción de un proyecto de una nueva iniciativa que reemplace a la norma vigente.





Al encuentro asistieron Mercedes Sosa, Teresa Parodi, Victor Heredia, Litto Nebbia, Leopoldo Federico, Liliana Herrero, Eduardo y Juan Falú, Gerardo Gandini, Marcela Morelo, Miguel Mateos, Mex Urtizberea, Manuel Wirtz, Miguel Cantilo, Andrés Ciro Martínez, Kevin Johansen, Juan Carlos Saravia, Ignacio Copani, Lito Vitale, Horacio Fontova y Peteco Carabajal.




Boris, quien sostiene que la derogación del Decreto constituyó “una oposición inédita, un proceso de irrupción como nunca se dio en la música”, relata como sucedieron las cosas: “El Presidente, tras comprender que se había equivocado, que lo habían asesorado mal, nos anuncia la derogación del decreto que él había firmado y lo manda a llamar a Jorge Coscia, presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados –ex Director del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA)-, para que se empiece a trabajar en la nueva ley”. A partir de ese momento, desde Músicos Autoconvocados –organización que nació en las asambleas del Bauen- se comenzó a trabajar en la creación de una nueva ley de la música que contemple las condiciones actuales del oficio y la creación de un Instituto Nacional de Música que fomente la actividad.



Pero, ¿cómo tomó el Sindicato Argentino de Músicos la anulación del decreto que ellos mismos impulsaron? “Sentimos bronca, por un lado contra nosotros mismos por no haber podido defender esto que era una herramienta importantísima, la herramienta más importante que hubiera conseguido el músico de los últimos cincuenta años. Y por otro lado, un poco de bronca también con algunos pícaros que aprovecharon eso para seguir teniendo a los músicos, pagándoles mal, cobrándoles para tocar”, describe Vernazza quién sostiene que la derogación de la ley se debió especialmente a que un sector, el del rock, sintió que la ley era una amenaza para los pocos lugares que tenía para tocar.

Primero la música, después el músico. “A partir de que nos juntamos en el Bauen se tomó la decisión que éramos muchos los músicos que no apoyábamos la vieja ley, pero sí nos parecía necesario que existiera una ley de la música que contemplara la realidad que estamos viviendo hoy en día”, revela Cristian Aldana como se comenzó a trabajar en la idea de una Ley Nacional de Música.“Se construyó una nueva ley con consenso y organización de músicos en todo el país, con debate, con participación activa de por lo menos 500 músicos directa o indirectamente y después se formó una comisión redactora”, expone Boris.


Los Músicos Autoconvocados comprenden -a diferencia de la letra de la derogada ley- que antes de pretender mejorar las condiciones laborales hay que mejorar las condiciones generales en las cuales se desarrolla la actividad. Es por esto, que ven en la creación de un Instituto de la Música, el órgano de fomento apropiado en este sentido. Se trata de un ente público no estatal autónomo y autárquico, que funcionaría dentro del ámbito de la Secretaría Cultural de la Presidencia de la Nación. “Creemos que la ley que necesitamos hoy en día es con un modelo de Instituto, para poder dar respuesta a la necesidad de producción, difusión, distribución, de tocar en vivo, de este momento y por diez años de la Argentina”, dice Diego Boris y coincide Cristian Aldana: “La ley hoy es una realidad. Ya está escrita y ahora lo que estamos haciendo es trabajar para apoyarla, buscar adhesiones de todos los músicos. A diferencia de la anterior, esta es una ley que hicimos los músicos. Uno de los puntos más importantes, sin dudas, es generar el Instituto nacional de la música, que es lo que le va a dar a la música un apoyo muy importante sobre todo en lo que tiene que ver con música en vivo. Trabajando para que exista un circuito de música estable en todo el país, que es fundamental para que los artistas musicales puedan expresarse en vivo sobre todo porque es uno de los temas mas importantes: Poder tocar en vivo”.



La Ley Nacional de Música comprende además del Instituto Nacional de la Música – con una Sede General y al menos una en cada región cultural del país- la proporción de herramientas de producción, distribución y difusión de música grabada; coordinación de circuitos estables de música en vivo; participación en la formación integral de músicos a través de seminarios, cursos y talleres; la activación de la promoción cultural y social acercando música tanto en vivo como grabada y la proporción de créditos y subsidios a la producción musical.



¿Cuándo se estima que estará lista la nueva ley? “Está desde marzo en la presidencia de la Comisión de Cultura en espera de consenso, pero nos agarró lo que le pasó al país: El conflicto con el campo y después una vorágine de acontecimientos que hizo que la cultura no tenga un lugar todavía en la política argentina”, detalla Boris y agrega: "Así que estamos esperando que se abra una puerta supongo que en marzo, abril del año que viene para que se trate en Comisión y luego pase a las cámaras”.

Por Gabriela Sánchez

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