viernes, 28 de noviembre de 2008

Cimientos débiles

Durante los últimos años, el paisaje urbano porteño comenzó a cambiar debido a la construcción indiscriminada de torres. En esta nota, los vecinos plantean las consecuencias del “boom” inmobiliario y denuncian la connivencia del Estado frente a este tema.

El paisaje urbano de una ciudad muta con el correr de los años. En el caso de Buenos Aires, la llegada de los inmigrantes al país durante los años ’20, provocó la instalación de miles de viviendas nuevas, ya que la ciudad no estaba preparada para recibir a tanta gente. Fue así que aparecieron los conventillos y los inquilinatos, construcciones que hasta hoy existen, aunque cada vez son menos. Estos edificios, que son patrimonio histórico de la ciudad, están en peligro de extinción por la nueva moda: la construcción de torres.
Algunos barrios como Palermo, Caballito, Belgrano y Villa Urquiza, están viviendo lo que hace ya hace algunos años se denominó el “boom” de la construcción. Estos lugares se caracterizan por las casas bajas, los espacios verdes y negocios como almacenes, farmacias, mercerías, zapaterías, carnicerías, bazares que cada día nos resulta más difícil encontrar en las zonas céntricas. Es decir, que estos barrios que solían ser residenciales se convierten en comerciales. “Con las demoliciones indiscriminadas también se va demoliendo identidad. Buenos Aires es cada vez menos Buenos Aires”, opina Florencia Mallagray de la ONG Basta de demoler.
Los vecinos de estas zonas, comenzaron a auto convocarse ante esta nueva problemática que se les presentó. Las agrupaciones vecinales llevan una importante lucha por la preservación de la identidad barrial y por mantener su estilo de vida.


Las esquinas de Arévalo y Costa Rica, Palermo, octubre de 2008.



Arévalo al 2100, Palermo, Octubre de 2008.

“Dentro de las consecuencias que implica la construcción de edificios de 8,11 o 15 pisos se encuentra el aumento de la población, la circulación de un mayor número de autos que provoca mucho tránsito, te saca la privacidad y te impide tener sol en tu patio, entre otras cosas”, señala Pablo Guilmot de Palermo Despierta.




Por otro lado, también la vida social se ve afectada. “Los vecinos nos conocemos, sabemos quién vive en la cuadra. Pero cuando te meten una torre de mas de diez pisos de altura, ya no conocés a todos y la mayor parte de la gente que vive allí es pasajera porque alquila”, remarca Rodolfo Diringer, integrante de S.O.S Caballito.
Otra consecuencia importante es la saturación de los servicios públicos como el agua y la electricidad que, sobre todo en esos barrios residenciales, brindan servicios para x cantidad de viviendas. Con la llegada de las torres, estos servicios tendrían que cambiarse, pero esto no ocurre. “Sobre la Avenida Goyena se construyó muchísimo y se atravesaron las napas. Por lo tanto, todas las casas ahora tienen problemas de napas: el agua sube por las paredes porque las napas fluyen hacia arriba”, explica Mario Oybid, de S.O.S Caballito.

EL “BOOM” EN NÚMEROS
Según el informe de la construcción y el sector inmobiliario realizado por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), el 43% de la superficie autorizada para la construcción a lo largo de 2008 se concentró en cinco barrios: Palermo (12,4%), Caballito (9,7%), Puerto Madero (8,5%), Belgrano (7,3%) y Barracas (5,0%).
Gustavo Desplats, integrante de la Protocomuna de Caballito, observa que en su barrio se construyó el 11.4% del total de los edificios erigidos en Buenos Aires en 2007. “Se tardarían 40 años, al ritmo de la construcción del año pasado, para construir en Mataderos, por ejemplo, lo que se construyó en Caballito el año pasado. Se construyó lo mismo en Caballito –que tiene el 3% de la superficie– que en otros 25 barrios que juntos alcanzan el 33%”, revela Desplats.
Estos números son un fiel reflejo del modo en que la Ciudad está planificada. Con sólo transitar algunas calles en distintos puntos de la Ciudad, se evidencian dos caras: una al sur de la Avenida Rivadavia, y otra al norte. Según la arquitecta Fabiana Martínez, integrante de Vecinos Autoconvocados de Caballito, tanto el Estado como la planificación urbana “está manejada por el mercado, es decir, no existe la planificación ni el diseño de la ciudad, sino la especulación”.

¿AUSENCIA O CONNIVENCIA?
Para la planificación de la ciudad existe un Código de Planeamiento Urbano que se creó en 1977 y que tuvo dos modificaciones, una en 1989 y otra en 2000. “No es un buen Código. Tiene errores porque fue copiado de una legislación de Inglaterra, donde todos los lotes son iguales, por eso el resultado del cálculo que hay que hacer para saber a qué altura construir siempre da igual. Acá, al variar la profundidad de los lotes en todas las manzanas, no se puede tener una altura promedio”, cuenta Desplats.
Este Código delimita los lugares en donde se puede construir –incluso indica nombres de calles y sus respectivas alturas– por lo tanto, resulta muy específico y muchas veces se presta a confusiones. Para interpretarlo, se creó una Dirección General de Interpretación Urbanística dentro del Ministerio de Desarrollo Urbano. “Lo que ocurre en varias ocasiones”, comenta Guilmot, “es que la decisión de levantar un edificio de muchos pisos queda supeditada a la interpretación que realice un funcionario de turno. Y no te explicás cómo en una calle que posee todas casas con una altura máxima de tres metros, se levanten edificios de ocho pisos. Ahí evidentemente hay una connivencia que pudo haber sido una coima o no”.
Para los vecinos, este Código no defiende los intereses de toda la población. Para Desplats, las modificaciones que sufrió el Código en ’89 y en ’00, “fueron en beneficio de las grandes corporaciones de la construcción porque permitieron que se construyera en mayores cantidades de edificios en ciertas zonas donde antes no se podía construir a cierta altura”.
Desde la ONG Basta de demoler, denuncian que el Código no es cumplido por el Gobierno. Un ejemplo es en San Telmo, donde se propuso el Proyecto Prioridad al Peatón que consiste en nivelar las calles y reemplazar el tradicional adoquinado por otro material en la calle Defensa, entre las avenidas San Juan y Brasil. En una nota del 26 de agosto publicada en bastadedemoler.blogspot.com, se retoma el artículo 1º de la Ley 65, del año 1998, que afirma: “Las vías circulatorias secundarias, adyacentes y/o circundantes a monumentos o lugares históricos de la Ciudad de Buenos Aires cuyo solado se encuentre actualmente ejecutado con empedrado o adoquinado serán mantenidas con dichos materiales y las reparaciones que resulten necesarias se realizarán con los mismos materiales a efectos de mantener la continuidad en el paisaje urbano de las arterias”. Si bien este proyecto tiene como objetivo revertir el deterioro y degradación, fomentar la circulación peatonal, no tiene en cuenta que se está destruyendo parte del patrimonio histórico del barrio.
Según Oybid, no existe una demanda porque Buenos Aires tiene una población estable (3 millones de habitantes) desde hace más de 40 años. “Lo que sí existe es un negocio que forma parte de la burbuja internacional inmobiliaria”, expresa Oybid. Por su parte, Diringer coincide y agrega que la sociedad de mercado “es la que viene guiando la construcción. El mundo es unipolar y todo gira alrededor del mercado. Entonces, la posibilidad de planificar está en función al que tiene el capital para poder comprar y es el que decide si en ese lugar se construye o no”.
“No hay ninguna duda de que los distintos monopolios de la construcción son los que están guiando las políticas de la planificación de la Ciudad”, manifiesta Desplats. Pero, ¿qué hay de la actuación del Estado? Las autoridades al ser consultadas por este tema, callan y se muestran reticentes a hablar tanto con los medios como con los vecinos. Sólo algunos legisladores escuchan los reclamos de los vecinos y se reúnen con ellos. “Los diputados que históricamente nos han apoyado son Sebastián Gramajo de Frente para la Victoria y Teresa de Anchorena de la Coalición Cívica. Ellos tuvieron la mayor disposición para trabajar con nosotros”, cuenta Desplats.

UN EJEMPLO VALE MÁS QUE MIL PALABRAS
Al lado de las vías del tren Sarmiento, entre Martín de Gainza y García Lorca, se encontraban los molinos Morixe. Esos terrenos habían sido cedidos a los molinos por el ferrocarril para que, cuando molieran la harina, pudieran trasladarla al interior a través de los trenes.
En 2000, el espacio que antes era del ferrocarril fue cedido de la Nación a la Ciudad, con el fin de realizar un parque público (Ley Nacional 24.383). En ese mismo lugar, en abril de este año, la constructora de Nicolás Caputo –amigo y socio del jefe de Gobierno, Mauricio Macri– erigió un showroom donde vendía departamentos de las torres Dosplazas, que la empresa está construyendo en García Lorca al 200.
“Cuando Caputo hizo la compra, estos terrenos aparecían como cedidos en continuidad, al igual que habían sido cedidos por los ferrocarriles a Morixe. Caputo los tomó como si fueran propios”, cuenta Rodolfo Diringer. “El subsecretario de Planeamiento de la Ciudad, Héctor Lostri, nos dijo que había un contrato de locación que habitaría a Caputo a usar esos terrenos hasta tanto terminara la venta de los departamentos. Cuando finalizara, ellos los devolverían”, continúa Diringer. Pero en octubre la diputada nacional Victoria Donda presentó un pedido de informes ante la legislatura. “Ahí salió a luz que todo era falso [que esos terrenos eran públicos], entonces se fueron del lugar”, concluye Diringer.
Para Desplats, el hecho de que lo demolieran evidencia que sus denuncias “eran valederas”. “Esa empresa estaba ocupando ilegítimamente el espacio público para realizar negocios privados con total apoyo y complacencia del Gobierno actual de la Ciudad de Buenos Aires que, inclusive, les había dado una habilitación”, resalta y agrega que todos los funcionarios que denunciaron y las distintas personas involucradas en este hecho “siguen trabajando en sus distintos ámbitos sin ningún tipo de castigo ni de sanción por haber realizado algo que a todas luces era ilegal e ilegitimo”.



“Lostri nos mintió alevosamente diciendo que existía un contrato de locación. Lo hizo para justificar los negocios del socio de Macri”, denuncia Oybid. Pero no es el único caso sucio para el Subsecretario de Planeamiento. “El arquitecto Lostri cumplió una aprobation de 30 días por negocios incompatibles con la función publica”, dispara Oybid.

UNA SOLUCIÓN QUE PARECE LEJANA
Las soluciones para la construcción indiscriminada de torres no se divisan con claridad. “No veo una política de conservación a largo plazo, independientemente de la gestión y del partido político de turno. Las leyes, aunque necesitan cambios, están. Que no se respeten es otro tema. Pero el punto es no olvidarnos que tenemos el derecho de reclamar para exigir lo que queremos”, opina Mallagray. Según Guilmot, la solución pasa por el Estado: “Debe asumir el rol de cuidar el patrimonio urbano de la ciudad y preservarlo a favor de las necesidades de los vecinos y no de las grandes empresas constructoras que invierten porque la venta de inmuebles les reditúa económicamente”.
Sin embargo, otros creen que este “boom” se va a frenar un poco gracias a la crisis económica mundial que comenzó hace algunos meses. “No sé con seguridad cómo va a seguir esto, pero creo que va haber una desaceleración muy grande de este negocio por falta de créditos. Pero la realidad es que a la persona que tenía una casita y le construyeron al lado un edificio, le arruinaron la vida, observa Oybid.
Otro punto importante en este tema es el Código de Planeamiento Urbano, por eso, muchos promueven su modificación. “El Código debe limitar la construcción en los barrios densamente poblados y, a la vez, impulsar la construcción en los barrios que están olvidados”, considera Desplats. “Hay que delimitar bien dónde construir porque existe una zona de la Ciudad muy abandonada, sobre todo lo que es la zona sur”, concuerda Guilmot.

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